Creo que si algo me indigna aparte de otros delitos violentos, por supuesto, es el delito de robo perpetrado por aquellos que consiguen un puesto público por obra y gracia de unas elecciones democráticas. Que un representante público se aproveche de su puesto -temporal- para lucrarse, para enriquecerse, para obtener beneficios económicos o de cualquier otro tipo, me parece algo execrable. Repugnante.
Por supuesto, en todo delito, mientras que no hay sentencia firme se presume la inocencia del imputado y no se le puede llamar, por tanto, ladrón. Y no lo haré, ¡faltaría más!
Eso sí, hay un político, que está imputado de ciertos delitos de este tipo, que afirma entre sonrisas y cenas que vuelve a presentarse a las elecciones. Sus jefazos del PP no le apoyan abiertamente, por eso de no caer con todo el equipo si a «este señor» lo juzgan y lo consideran culpable. Pero tampoco lo retiran, por ello de la presunción de inocencia. ¡Faltaría más!
Supongo que «este señor» tiene derecho a presentarse. No lo pongo en duda, en absoluto.
Pero creo que ahora le toca a los ciudadanos decidir en las urnas si desean que nuevamente se siente en la presidencia de su comunidad autónoma o no. «Este señor» afirma categórico -y a mí me resulta desafiante- que a él no hay quien lo mueva...
Me parece que se le olvida que los que tienen la última palabra siempre, siempre, son los ciudadanos que le voten o no. Ni él ni su partido.
Y me encantaría que los valencianos le demostraran en las urnas que a él sí se le mueve. ¡Claro que se le puede mover!
Y, por ahora, nada más.
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