martes, 7 de junio de 2011

Relato: «¡No fue un accidente!»

Bronce de Lascuta. El e-reader del siglo II a.C.

En estos tiempos en los que la incertidumbre asola nuestros espíritus, en los que la corrupción de muchos aspectos de nuestra sociedad nos produce tanta impotencia... me ataca una esterilidad de ideas que me impide reaccionar. Hay tantas cosas sobre las que comentar que no puedo decantarme por una: la crisis de nuestra huerta por la bocaza de los alemanes, la infección rebelde y mortal por E.Coli que tantas muertes provoca, la toma de posesión en ciertas alcaldías de cargos electos imputados, las muletas estúpidas/ridículas del rey, la prevalencia del espíritu franquista en nuestra sociedad, la xenofobia que ha llevado al poder a algunos, el estúpido talante de algunos políticos que se creen ya en el poder... ¡¡Uffff, es que son demasiadas cosas y la mente se satura, la impotencia nos desarma!!
Ante tanta devastación... mi inspiración se ha secado.
Recurro por ello a hacer de esta entrada un canto a la Literatura.
Así que cuelgo un relato de mi cosecha que, creo, es una metáfora de nuestra sociedad... cada uno lo tome por donde le plazca. Allá va...

Miro el cadáver en el suelo de mi cocina.
El golpe ha sido definitivo. Su cabeza está destrozada y restos de lo que era un instante antes se desparraman por las baldosas de compacto recién fregado y con olor aún a Don Limpio.
Siento que mi manos tiemblan por el horror y... ¡sí, también por el asco!
Aparto la mirada mientras con las manos palpo la fresca pared de azulejos y me apoyo en ella mirando al techo, intentando entrar en mis pulmones un aire que se niega a entrar y que a su paso es casi como una brasa ardiente. Noto cómo me tiemblan la manos, la cabeza, el cuerpo entero. Cierro los ojos y me esfuerzo por contener las náuseas que taladran mis entrañas. Entonces, me miro las manos. El arma aún continúa entre mis dedos. Me aferraba a ella como a un timón, como a una tabla en medio del mar, en el fragor de una tormenta. Más asqueada aún la lanzo al suelo, produciendo un sonido extrañamente agudo al chocar contra él.
Me sereno lo justo y pienso:
«Tengo que deshacerme del cuerpo»
Sacando fuerzas de donde no hay, me agacho y me acerco a los restos aún palpitantes y cálidos. Los últimos espasmos aún hacen vibrar sus miembros. En ese momento siento el ruido de una llave en la cerradura de la puerta principal. Cierro los ojos ante lo inevitable. Unos pasos se acercan y su voz me llama:
«Teresa, nena, ¿estás en casa?»
Mis ojos se llenan de lágrimas; ¡ya no estoy sola! Él me ayudará a deshacerme de los restos de mi brutalidad y calmará mi angustia... esa que aún atenaza mi estómago.
Me pongo en pie como impelida por un resorte. En ese momento él entra en la cocina y me ve. Y lo ve. Pone una mano en mi hombro, pausada, segura, tranquilizadora y me dice en un susurro:
«¡Sal, Teresa, yo me ocupo!»
Con los ojos ya sí arrebatados por unas lágrimas que ya no me veo capaz de dar freno, me voy al salón y me tumbo boca abajo en el sofá mientras, de forma cobarde, dejo que él se ocupe del desastre.
«¡Menos mal que ha llegado, menos mal!»
Le oigo bregar en la cocina, mover sillas, pasar la fregona.
Al poco sus pasos se acercan al salón y al sofá en el que, ya sí, reposo mi pesar. Él se sienta a mi lado, me acaricia la espalda. Siento su calor, su cariño a través de la fina tela de la camiseta. Me dice, con un amor del que ya no tengo duda alguna:
«Teresa, cielo, la próxima vez que te cargues una cucaracha procura que no sea con mi e-reader. Se ha roto la pantalla y ya no sirve para nada»
Asiento en silencio. Tiene razón, toda la razón...
«Lo siento –balbuceo- no tenía nada más a mano...»
FIN

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6 comentarios:

Diego Castro Sánchez dijo...

Pues no es lógico que todas estas cosas sequen la inspiración de un escritor, es más, te diría que deberían ser una fuente de inspiración primordial. Una novela que narrara los acontecimientos actuales sería, en tiempos venideros, un clásico. Si no mira tú "Las uvas de la ira"...Un besazo, Lola, y ponte a escribir.

Lola Montalvo dijo...

DIEGO: Estoy escribiendo sí, pero ninguno de estos temas me lleva a hacer brotar la inspiración, porque todos y cada uno de ellos me hace recordar que por mucho que nos indignemos, los políticos van a lo suyo y lo que pensemos les importa un rábano... porque ellos ya están donde querían. Besos miles, Diego y gracias por asomarte a este espacio.

Susana Terrados dijo...

Querida Lola, primero darte toda la razón con el tema de los pepinos, me siento tan enfadada que me acaloro de solo pensarlo. Es una geran injusticia y creo que tenemos claro que no ha sido casual.
Con relación a tu relato me he quedado francamente encantada, es super simpático, atrayente y bien narrado. Por supuesto no he podido evitar la carcajada...gracias.
Un besote. Espero que te encuentres más animada.

La profecía del silencio dijo...

No me extraña que no tengas inspiración literaria, si es que uno se deprime y dan ganas de cortarse las venas más que de escribir. De todas formas me alegro, Lola, de tu sequí porque nos has dejado un relato magnífico, muy bien escrito, y con un finalinteresante y que torna el drama en comedia, gracias amiga por este buen escrito.

Lola Montalvo dijo...

SUSANA: aún a costa de que me tiñan de ingenua o de que me acusen de que doy alas a una teoría de la conspiración debo decirte que a mí me llama poderosamente la atención de que Alemania lleve varios meses metiéndole «caña» a España: que si la deuda, que si debemos jubilarnos a la edad que ellos digan, que si los pepinos, que si la duda de las autonomías... ¡corcho! ¿Es que no hay países con peor situación entre los 27 que tiene que ventilar sin parar nuestros trapos sucios? A ver, a ver... Me alegra haberte hecho reír y mis ánimos están estancados, la verdad. Lo que más me fastidia es el bloqueo literario agudo que padezco.
Besos miles, Susana y muchas gracias.

Lola Montalvo dijo...

PROFECÍA: Lo más paralizante es la impotencia que todo esto produce; más que nada por lo injusto, por lo que nos afecta la bocaza de algunos/as. Por lo mucho que afecta una mala palabra y lo poco que se puede hacer para lavar la mala imagen... que ya genera duda.
Me alegra que te haya gustado mi relatillo, cuyo único objetivo era haceros sonreír...
Besos miles, Ángel y muchas gracias.